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Si piensas en ti como si fue­ras alguien muy importante, cada día, en cada momento, descu­brirás que se está cometiendo una injusticia contigo

"Deja de lado los discursos y quédate con la realidad. No recla­mes nada, no pidas nada, no demandes. No creas que eres muy, muy valioso, y entonces, te sucederán muchas cosas. La existen­cia toda te aceptará. Cuando tú aceptas la existencia, la existen­cia te acepta a ti. Cuando reclamas, en cada reclamo te estás que­jando: "Yo soy más valioso”.

Hace apenas unos días me vino a ver un hombre; insistió. Por lo general, no quiero ver a personas que nunca han meditado, que nunca me han escuchado, pues será inútil. Pero, como este hombre insistió, accedí. Me había estado escribiendo cartas durante mu­chos años y en ellas decía que había un gran problema que quería discutir conmigo, y estaba muy triste. Habló sin parar durante media hora, diciendo que era graduado de la Universidad de Oxford, que ocupaba un secretariado de un puesto muy alto del Ministerio de Educación de Nueva Delhi, que había hecho esto y aquello. Una y otra vez traté de llevarlo al punto:

-- ¿Cuál es el problema?
Pero no iba al punto. Daba vueltas y vueltas. Le dije:
-- Pero tu tiempo está por terminarse; ve al punto. Éstos no son problemas. Eres un graduado de Oxford: bien, eso no es un proble­ma. ¿Cuál es el problema?
Entonces dijo:
-- El problema es que se han cometido muchas injusticias conmi­go. Soy un hombre muy capaz, con muchos títulos y logros importan­tes, y nadie se anoticia de mí. ¿Cómo puedo tolerar esta injusticia?

A él le hubiera gustado ser el primer ministro, el presidente o al­go así, pero entonces tampoco sería justo, porque nada puede ser justo cuando tienes expectativas.
Le respondí:
-- No hay problema. El problema no es cómo tolerar lo injusto, si­no cómo dejar de reclamar el propio valor.

Si piensas demasiado en ti mismo, si piensas en ti como si fue­ras alguien muy importante, cada día, en cada momento, descu­brirás que se está cometiendo una injusticia contigo. Nadie está siendo injusto. ¿A quién le importas? ¿Quién tiene tiempo de co­meter injusticias contigo? ¿A quién le interesa? Pero tú sientes que el mundo entero es injusto contigo. Nadie está cometiendo injus­ticias contigo; es tu reclamo.

Dice Lao Tse: "Si quieres ser el número uno del mundo, te en­contrarás siendo el último. Y, si puedes pararte al final de la fila, ser el último, puedes encontrarte siendo el número uno”...
Ocurrió un extraño fenómeno. Debes haber oído hablar de Houdini, el gran mago. Sólo falló una vez en su vida. Salvo esa vez, podía abrir cualquier tipo de cerradura, sin llave, en unos po­cos segundos. Cómo lo hacía sigue siendo todavía un misterio. Lo ataban con cadenas, lo encerraban en un baúl y lo tiraban al mar; en el lapso de algunos segundos, salía. Gran Bretaña tiene una de las mejores fuerzas policiales y uno de los mejores departamentos de investigaciones (Scotland Yard), pero no podían hacer nada. Hicieran lo que hicieran, Houdini siempre salía en el lapso de unos segundos. Sólo falló una vez: fue en Francia. Lo arrojaron dentro de una celda, en una cárcel, de donde no pudo salir por tres horas. Nadie podía creer lo que había pasado: "¿Está muer­to?". Entonces, salió, transpirando y muy cansado. Le habían he­cho una jugarreta y él no se había dado cuenta: no habían traba­do la puerta. Y él estaba tratando de destrabarla.

¿Cómo puedes destrabar una puerta que no está trabada? Si está trabada, existe una forma; algo se puede hacer. Ni se le ocu­rrió que la puerta no estaba trabada. Probó y probó de todas las maneras, pero la puerta estaba destrabada, no tenía cerradura, si bien él no pudo percibirlo durante tres horas. Entonces, ¿cómo salió? A raíz del cansancio, se cayó contra ella, y la puerta se abrió.

La existencia no te está negando nada. No hay injusticia; nun­ca la hubo ni puede haberla. ¿Cómo puede ser injusta la madre con el hijo? La existencia es tu madre: provienes de ella, y a ella retornas. ¿Cómo puede ser injusta contigo la existencia? Son tus reclamos, tus reclamos egoístas, los que causan el problema".


Osho, Retorno al Origen
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