"...la gente que trata de cambiar al otro siempre es peligrosa. De una manera muy sutil son asesinos... No te matan directamente, pero te mutilan, te desmembran, y lo hacen "por tu propio bien", por lo que no puedes decir nada en su contra...
Mulla Nasrudin murió. Llamó a las puertas del cielo. San Pedro abrió la puerta, lo miró y dijo:
- No estoy esperando a nadie, porque no tengo ningún nombre en mi lista de reservas; nadie vendrá hoy. ¿Entonces cómo...? Me sorprende, ¿cómo llegó hasta aquí?. Dígame su nombre en voz alta. Deletréelo, así podré revisarlo.
Entonces Nasrudin deletreó su nombre en voz alta:
- M-u-l-l-a N-a-s-r-u-d-i-n.
San Pedro entró y miró su lista, pero nadie debía llegar ese día. Volvió y le dijo:
- ¡Oiga! No estaba previsto que usted llegara hoy, no lo esperaba hasta dentro de diez días. Dígame, ¿quién es su médico?
Los médicos pueden matarte antes de tiempo; los hacedores de bien pueden matarte antes de lo previsto, y los hacedores de bien son siempre peligrosos. Pero todos vosotros sois hacedores de bien a vuestra manera, pequeños o grandes. Todos quieren cambiar al otro porque todos piensan que el otro está equivocado; todos quieren cambiar el mundo. Y esta es la diferencia entre una mente política y una mente religiosa.
Una mente política siempre quiere cambiar el mundo porque no puede pensar que está equivocada; es el mundo entero el que está mal... Una persona religiosa mira precisamente desde el otro extremo. Piensa: "Estoy equivocado, por eso el mundo está mal, porque contribuyo al mal en él. A través de mí el mundo está mal. A menos que cambie, no podrá haber cambios".
El político comienza con el mundo, pero nunca alcanza su meta porque el mundo es tan grande... y el mundo no es el problema... Un hombre religioso se cambia a sí mismo. Sólo se cambia a sí mismo porque es lo único posible.
Si sólo puedes cambiarte a ti mismo, en el momento en que cambiaste, el mundo comienza a cambiar, porque eres una parte vital en él".
Osho, La semilla de la mostaza