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¿Eres dichoso? ¿Estás en un estado de celebración? ¿Eres una nube llena de agua de lluvia? Si no lo eres, entonces olvida esta gran idea de ayudar a los demás.

 Pregunta:


OSHO: SOY OTRO "COOPERANTE" CUYAS PREGUNTAS RESPONDISTE AYER DE FORMA MUY BELLA. PARA MÍ, SIN EMBARGO, QUEDA UNA PREGUNTA: TRABAJAR PARA AYUDAR A LOS HERMANOS A SALIR DE LA MELAZA PARECE QUE TAMBIÉN ME IMPIDE VOLAR. ¿DEBEMOS VOLAR Y DEJARLOS EN PAZ, Y QUEDARNOS AQUÍ EN ESTE LUGAR MÁGICO, POR EJEMPLO? ¿O DEBEMOS QUEDARNOS EN TIERRA PARA AYUDAR? ¿CÓMO ES POSIBLE UNA SÍNTESIS?


Respuesta de Osho:


“... Para mí la cuestión no es si hay que seguir ayudando a la gente o si hay que esforzarse por ser dichoso, por ser meditativo, por hacer de tu vida una celebración. La cuestión no se plantea porque se parte de una suposición errónea. La suposición es que un hombre que no es dichoso puede servir a los demás; eso es imposible. Sólo puedes dar a los demás lo que ya tienes; no puedes dar lo que no tienes tú mismo. ¿Qué ayuda puedes prestar a los demás?


Una persona miserable está obligada a infectar a la gente con su miseria; no puede hacer otra cosa. Puede tener la intención de hacer lo contrario, pero no puede hacerlo realmente. Eso no está en la naturaleza misma de las cosas; es imposible. Va en contra de la ley de la existencia.


Si estás apestando, ¿cómo puedes dar fragancia a los demás? Siempre que das algo a los demás te estás dando a ti mismo de una forma u otra; estás impartiendo tu ser, tu existencia, estás compartiendo. Estás compartiendo tu espacio más íntimo.


Los llamados servidores públicos han sido las personas más maliciosas de la tierra; han creado más miseria que nadie. Si pudiéramos deshacernos de todos los servidores públicos, la humanidad estaría en una situación mucho mejor, pero estos bienhechores no dejarán a la humanidad en paz. ¿Y qué ganan ELLOS con ello? Sólo ganan una cosa: se sienten miserables y quieren olvidarse de todo ello, y la mejor manera es empezar a pensar en las miserias de los demás, eso es un escape de tu propio espacio miserable. Cuando te preocupas demasiado por los problemas de los demás, naturalmente tus propios problemas retroceden en la oscuridad.


Es un hecho bien conocido que las personas que se interesan por el psicoanálisis, las personas que se convierten en psicoterapeutas, tratan básicamente de evitar sus propios problemas psicológicos. Tienen miedo de enfrentarse a ellos, y el camino más fácil es centrarse en los problemas de los demás. Y cuando estás rodeado de los problemas de los demás -y son tantos y más grandes que los tuyos-, naturalmente empiezas a olvidarte de tus propios problemas. No hay tiempo para pensar en uno mismo.


Estos supuestos servidores públicos, reformistas sociales, son simplemente escapistas. Están llenos de miseria, tensión, angustia, ansiedad. Conozco a estas personas, conozco sus vidas más íntimas. Llevan mil y una heridas, y aun así intentan ayudar a los demás. Sólo pueden contaminar a los demás, sólo pueden infectar a los demás.


Lo primero es crear un estado de felicidad en tu propia interioridad. Tu subjetividad debe estar llena de fragancia. Debes ser una danza, una canción, un festival de luces. Entonces, de esa alegría surge la compasión. No lo llamo "servicio", no lo llamo "deber", lo llamo amor. Y entonces no estás obligando a nadie, simplemente estás rebosante de alegría. Entonces eres como una nube llena de agua de lluvia: tiene que llover.


Entonces eres como un loto lleno de fragancia: tiene que dar su fragancia a los vientos. No obliga a los vientos, ni la nube obliga a la tierra. De hecho, la nube se siente obligada con la tierra, porque le permitió desahogarse. El loto se siente obligado por el viento, agradecido, porque el viento le permitió liberar su esplendor. Está infinitamente agradecido. No se trata de servir ni de ayudar a los demás; es una consecuencia natural de la felicidad.


Oscar Mann, tienes que considerar profundamente una sola cosa: ¿Eres dichoso? ¿Estás en un estado de celebración? ¿Eres una nube llena de agua de lluvia? Si no lo eres, entonces olvida esta gran idea de ayudar a los demás, de "ayudar a los hermanos a salir de la melaza". Los arrastrarás más a la melaza. Te convertirás en una carga. Te sentarás sobre sus cabezas, ellos tendrán que llevarte. Y, por supuesto, siendo un servidor público, siendo un gran trabajador social, ¡es tu derecho de nacimiento sentarte sobre las cabezas de la gente! Tienen que adorarte: eres grande, tu trabajo es grande. Tienen que sentir tu grandeza, tu superioridad, tu compasión. ¡Y todo eso es una mierda! Si no eres feliz, no puedes ayudar a los demás.


Una vela apagada no puede ayudar a otras velas apagadas; sólo una vela encendida puede ayudar a otras velas a encenderse. Y el milagro es: cuando la llama pasa de la vela encendida a la vela apagada, la vela encendida no pierde nada, y de una vela encendida se pueden encender millones de velas, y aun así no pierde nada.


Otros ganan, pero tú no pierdes nada. De hecho, ocurre justo lo contrario: cuanto más das, más tienes. Y cuando estás dispuesto a darlo todo, tienes a tu disposición todas las alegrías del mundo. Cuando estás dispuesto a dar todo, te abres a toda la gracia de Dios, te conviertes en un vehículo.


Pero entonces no existe la idea de servicio, de deber; la cuestión no se plantea.


Por lo tanto, no hay necesidad de pensar en una síntesis. Uno es dichoso, y desde la dicha, al igual que la sombra te sigue, la compasión te sigue. Ni siquiera eres consciente de que tu sombra te sigue; no hace ningún ruido, ni siquiera se oyen sus pasos. Simplemente viene siguiéndote, sin ningún ruido, ni siquiera un susurro. De la misma manera viene la compasión: sigue al meditador.


Gautam el Buda define la meditación como la fuente de la compasión. Dice que, a menos que seas un meditador, no puedes tener compasión. 'Compasión' es una hermosa palabra: es la pasión transformada, es la pasión pasada por la alquimia de la meditación. Es la misma energía que estaba involucrada en tus pasiones y que ahora pasa por el proceso alquímico de la meditación, el silencio y la conciencia. Se libera de toda contaminación, de todo lo que le es ajeno; se vuelve cada vez más pura. Cuando tu meditación alcanza su máxima altura, toda tu energía se convierte en amor desbordante: es compasión.


Entonces no se plantea la cuestión de la síntesis: o eres dichoso o no lo eres. Si eres dichoso, la compasión te sigue; si no eres dichoso, todo lo que haces es sólo un escape de tu propia miseria…”


Osho, Philosophia última

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