Ir al contenido principal

La vida no es para pensarla, es para bailar, para amar, para celebrar.

"El filósofo está condenado a ser serio. Cuanto más se adentra por los caminos de la filosofía, más serio se vuelve, porque cuanto más se aleja de la vida, del amor, más lejos está de la belleza, de la celebración, de la fiesta, de la risa. Con el místico pasa todo lo contrario. Se acerca más y más a una inocencia infantil. Es todo sonrisas que culminan en una carcajada al observar en todas partes el milagro de la existencia.

Estamos tan ciegos que no vemos lo maravilloso de todo. Plantas una semilla y vienen las lluvias. La semilla desaparece, muere en el suelo, y brotan dos hojas verdes. ¿No vez nada maravilloso? ¿No ves la magia? De una semilla crecerá un árbol enorme con miles de flores y miles de frutos. A partir de una semilla, el árbol dará millones de semillas. Dijo un científico que una sola semilla, con tiempo suficiente, volvería completamente verde toda la tierra. ¡Qué milagro el de una pequeña semilla! Pero vivimos con una actitud de "dar todo por sentado". Es nuestra ceguera.

No des nada por sentado. Así, encontrarás milagros sobre milagros a cada paso, en cada momento.

El místico está tan abrumado por la majestad y lo milagroso de la existencia que sabe, pero no reduce lo que sabe al conocimiento. Nunca se convierte en filósofo. No deja de ser un observador...

Mi gente no está en contra de la vida; mi gente afirma la vida. Salvo por la vida,  no hay Dios. Y la vida no es para pensarla, es para bailar, para amar, para celebrar".

OSHO, Creencia, duda y fanatismo. ¿Es esencial tener algo en que creer?