"Precisamente la otra noche una sannyasin que marchaba de regreso me decía que el amor entre ella y su marido había desaparecido. Que ahora sólo están juntos por los niños. Yo le dije que meditara, que fuera amistosa con su marido. Aunque haya desaparecido el amor, no ha desaparecido todo; todavía es posible la amistad; sé amistosa. Y ella contestó: "Es difícil. Cuando una taza está rota, está rota".
Yo le dije que parecía que no había oído que la gente zen en Japón solía comprar una taza en el mercado, la llevaba a casa y lo primero que hacía era romperla, luego la volvía a pegar para convertirla en algo especial e individual; de otra forma no es más que una cosa del mercado. Y si viene un amigo no es correcto que le sirvas el té en una taza y un plato corrientes; eso es feo, no es respetuoso. Así que traían una taza completamente nueva y la rompían. Claro que luego no había otra taza exactamente igual a esa en todo el mundo, no podía haberla. Recompuesta, ahora tiene cierta individualidad, una firma. Además cuando la gente zen se visitaba entre sí o visitaba mutuamente sus monasterios, no se limitaban a saber el té. Primero apreciaban la taza, la miraban. La forma en que se ha unido es una obra de arte; la forma en que las piezas se han partido y vuelto a unir.
La mujer comprendió, empezó a reír. Dijo:
- Entonces es posible.
Pon individualidad en las cosas, no seas tan sólo un imitador. Imitar es perderse la vida".
Osho, La transformación tántrica. El lenguaje del amor