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Toda ambición es inútil, porque trabajas, trabajas y trabajas, y entonces la muerte se lo lleva todo

"Había un anciano cuyo hijo había muerto. Vino a mí y dijo: "¡Consuélame!".
Le dije: "No puedo hacer eso, eso es pecado".
Él dijo: "He venido por eso".
Le dije: "Puedes haber venido por eso, pero no puedo hacerlo".
Él dijo: "Pero fui a ese Shankaracharya y me consoló y dijo: No te preocupes, no te apenes, tu hijo ha renacido en un cielo muy elevado".


Conocí a su hijo también, eso es imposible, porque era un político ‑todos ellos van al infierno, nunca van al cielo. Y no sólo era un político, sino un político con éxito -era un Ministro de Estado. Con toda la astucia de un político, con toda la ambición de un político, ¿cómo puede ir al cielo?. Y este anciano también era un político. Básicamente él no estaba apenado porque el hijo haya muerto. El asunto básico era que su ambición había muerto, porque a través de ese hijo él estaba logrando más y más y más. Él mismo se había vuelto anciano, él había trabajado continuamente toda su vida; pero era un poco tonto, no muy astuto, un poco ingenuo. Él había trabajado duro, había sacrificado toda su vida pero no logró conseguir ninguna posición. Y eso era un dolor profundo, era una herida. Y entonces, por medio del hijo, ahora él lo estaba intentando, y el hijo lo había logrado. Ahora que su hijo estaba muerto, toda su ambición había muerto.

Cuando le dije: "Esta es la razón por la que estás sufriendo tanto; no es por tu hijo", él se perturbó mucho.

Dijo: "He venido para que me des consuelo y tú me estás perturbando más. Tal vez sea verdad. Todo lo que dices suena verdadero. Puede ser que mi ambición haya sido herida; y que no sea por mi hijo por lo que estoy llorando -puede ser por la ambición. Pero no me digas esas cosas tan duras, estoy en tal dolor en este momento. Mi hijo está muerto y tú estás diciendo esas cosas tan duras. Y fui donde este Mahatma y donde ese Shankaracharya, y donde ese Gurú, y todos ellos me consolaron. Dijeron: "No te preocupes, el alma es eterna, nadie muere jamás. Y tu hijo ‑no era un alma común y corriente, ¡él ha llegado a los cielos más altos!'".

Estos son consuelos, y si este anciano continúa escuchando estos consuelos, está desperdiciando una gran oportunidad. Él está desperdiciando una oportunidad donde podría haber encarado toda su ambición, lo cual es su problema. Él podría haber encontrado que toda ambición es inútil, porque trabajas, trabajas y trabajas, y entonces la muerte se lo lleva todo. Él podría haber penetrado en esto, pero no; él dejó de venir donde mí. Solía venir, pero desde aquél tiempo nunca más vino. Fue donde otros que lo consolaban".

Osho, La semilla de la mostaza
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