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Pero ¿quién quiere un corazón abierto? ¿Quién quiere alegría? La gente va buscando la desgracia, atesora la desgracia, se aferra a su infierno.

"Pero ¿quién quiere un corazón abierto? ¿Quién quiere alegría? La gente va buscando la desgracia, atesora la desgracia, se aferra a su infierno. Las personas evitan, siempre que pueden, cual­quier cosa que pueda traerles alegría. Siempre encuentran ex­cusas, racionalizaciones. Se condena el éxtasis, la desgracia se respeta.

Siempre que ves a una persona extática, surge en ti la idea: "¿Se ha vuelto loco?", porque los llamados cuerdos nunca es­tán felices. La cordura se ha convertido casi en sinónimo de desgracia, caras largas, tristeza, seriedad. La cordura se ha convertido en sinónimo de un sentimiento pesado; uno se va arrastrando como puede, y arrastrándose para nada, y no hay nada que alcanzar excepto la muerte. Estar cuerdo se ha con­vertido en sinónimo de la idea de que la vida no tiene signifi­cado, de que para ser feliz uno tiene que ser tonto.

Se necesita de verdad valentía para ir en contra de toda la multitud que hay en el mundo, una multitud desgraciada. Na­die conoce la alegría; nadie baila, nadie canta. Y de repente ¡rompes a cantar! Todos se sienten conmocionados: "Algo va mal". Todos comienzan a intentar mejorarte, empiezan a dar­te consejos. Todos están a la vez en tu contra. ¡Eres peligroso! En la mente de la multitud entra el miedo: "¿Quién sabe? Qui­zás tengas razón". Surge la duda. Y si tú tienes razón, todos ellos están equivocados. Eso es inaceptable. Tienes que estar equivocado; sólo entonces se pueden sentir seguros de estar en lo cierto. Por eso crucificaron a Jesús".

Osho, La sabiduría de las arenas. Charlas sobre sufismo
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