"La mente es básicamente el principio de la locura.
Y si estás demasiado en ella, te volverá loco.
Os he contado que en mi pueblo solía vivir junto a un orfebre. Yo me di cuenta primero y poco a poco toda la ciudad se dio cuenta..., y su vida se convirtió en un infierno. Yo solía sentarme frente a su casa y me di cuenta de que tenía un hábito curioso: cerraba la puerta de su taller con pestillo y después comprobaba dos o tres veces que estaba bien cerrado.
Un día yo venía del río y él acababa de cerrar el taller y se iba a casa. Le dije: «¡Pero no lo has comprobado!»
Él dijo: «¿El qué?»
Yo añadí: «¡No has echado el pestillo!» Lo había comprobado, yo le había visto hacerlo varias veces, pero ahora había creado la sospecha en él, y la mente siempre está dispuesta...
Por eso me dijo; «Quizá lo haya olvidado, debo volver». Volvió y lo comprobó de nuevo. Esto se convirtió en una alegría para mí: allí donde iba...
Podía estar comprando verduras en el mercado, entonces yo me acercaba y le decía: «¿Qué haces aquí? ¡Te has olvidado de echar el cerrojo!».
Soltaba las verduras y decía: «Luego vuelvo; primero tengo que comprobar el cerrojo».
Incluso estando en la estación de tren... Estaba comprando un billete para desplazarse a alguna parte; entonces me acerqué a él y le dije: «¿Qué estás haciendo? ¡El cerrojo!».
Él dijo: «Por Dios, ¿no lo he comprobado?».
Yo le dije: «¡No!»
Y él dijo: «Ya no puedo ir a la boda». Devolvió el billete, fue a casa, y comprobó el cerrojo. Pero ya era demasiado tarde para volver a la estación, el tren se había ido. Y confiaba en mí porque yo siempre estaba sentado frente a su casa. Poco a poco se fue enterando todo el mundo, y allí donde iba, la gente le decía: «¿Dónde vas? ¿Has comprobado el cerrojo?».
Finalmente se enfadó conmigo. Dijo: «Debes estar extendiéndolo porque, vaya donde vaya, la gente me habla del cerrojo y cada vez tengo que volver a casa, ¡en ocasiones tengo que volver tantas veces que me olvido de para qué había ido al mercado! ¡He estado todo el día comprobando el cerrojo!».
Yo le dije: «No les escuches. Déjales...»
Él dijo: «¿Qué quieres decir con "no les escuches"? Si tuvieran razón estaría perdido para siempre. No puedo permitírmelo. Por eso, aunque sepa perfectamente que la persona puede estar mintiendo, tengo que volver compulsivamente a comprobar el cerrojo. En alguna parte sé que lo he comprobado, pero ¿quién puede estar seguro?».
La mente no está segura de nada.
Si estás entre las polaridades de la mente, en un limbo -siempre entre el hacer o el no hacer- te volverás loco. ¡Estás loco! Antes de que esto ocurra, da el salto y echa una mirada a la mente desde fuera..., esto es lo que te digo continuamente.
Sé consciente de la mente: de su lado brillante, de su lado oscuro, de su aspecto correcto, de su aspecto equivocado. Sea cual sea la polaridad, simplemente toma consciencia de ella. De esa consciencia saldrán dos conclusiones: una, que tú no eres la mente, y dos, que la consciencia tiene una decisión que la mente nunca tiene.
La mente es básicamente indecisa, y la consciencia es básicamente decidida. Por eso cualquier acto consciente es total, pleno, sin arrepentimiento.
En mi vida nunca he dudado de nada, nunca he pensado que otra opción habría sido mejor. Nunca me he arrepentido. Nunca he pensado que había cometido un error porque no queda nadie que pueda decir estas cosas. Yo he actuado desde mi consciencia, desde todo mi ser. Ahora, ocurra lo que ocurra, es lo único que puede ocurrir.
El mundo puede decir que esto es correcto o que está equivocado, pero eso es asunto suyo, no es mi problema.
Por eso la consciencia te sacará del limbo. En lugar de quedarte suspendido entre las dos polaridades de la mente, saltarás más allá de ambas y verás que las dos polaridades sólo son polaridades si estás en la mente. Si estás fuera de ella, te sorprenderá ver que son las dos caras de la misma moneda; no se trataba de tomar una decisión.
Con la consciencia tienes claridad, totalidad, abandono: la existencia decide dentro de ti. No tienes que pensar lo que está bien o lo que está mal; la existencia te toma de la mano y te mueves relajadamente. Es el único camino, el camino correcto. Y esa es la única forma de mantenerte sano; de otro modo seguirás embrollado...".
Osho, Más allá de la psicología
http://osho-maestro.blogspot.com/
Y si estás demasiado en ella, te volverá loco.
Os he contado que en mi pueblo solía vivir junto a un orfebre. Yo me di cuenta primero y poco a poco toda la ciudad se dio cuenta..., y su vida se convirtió en un infierno. Yo solía sentarme frente a su casa y me di cuenta de que tenía un hábito curioso: cerraba la puerta de su taller con pestillo y después comprobaba dos o tres veces que estaba bien cerrado.
Un día yo venía del río y él acababa de cerrar el taller y se iba a casa. Le dije: «¡Pero no lo has comprobado!»
Él dijo: «¿El qué?»
Yo añadí: «¡No has echado el pestillo!» Lo había comprobado, yo le había visto hacerlo varias veces, pero ahora había creado la sospecha en él, y la mente siempre está dispuesta...
Por eso me dijo; «Quizá lo haya olvidado, debo volver». Volvió y lo comprobó de nuevo. Esto se convirtió en una alegría para mí: allí donde iba...
Podía estar comprando verduras en el mercado, entonces yo me acercaba y le decía: «¿Qué haces aquí? ¡Te has olvidado de echar el cerrojo!».
Soltaba las verduras y decía: «Luego vuelvo; primero tengo que comprobar el cerrojo».
Incluso estando en la estación de tren... Estaba comprando un billete para desplazarse a alguna parte; entonces me acerqué a él y le dije: «¿Qué estás haciendo? ¡El cerrojo!».
Él dijo: «Por Dios, ¿no lo he comprobado?».
Yo le dije: «¡No!»
Y él dijo: «Ya no puedo ir a la boda». Devolvió el billete, fue a casa, y comprobó el cerrojo. Pero ya era demasiado tarde para volver a la estación, el tren se había ido. Y confiaba en mí porque yo siempre estaba sentado frente a su casa. Poco a poco se fue enterando todo el mundo, y allí donde iba, la gente le decía: «¿Dónde vas? ¿Has comprobado el cerrojo?».
Finalmente se enfadó conmigo. Dijo: «Debes estar extendiéndolo porque, vaya donde vaya, la gente me habla del cerrojo y cada vez tengo que volver a casa, ¡en ocasiones tengo que volver tantas veces que me olvido de para qué había ido al mercado! ¡He estado todo el día comprobando el cerrojo!».
Yo le dije: «No les escuches. Déjales...»
Él dijo: «¿Qué quieres decir con "no les escuches"? Si tuvieran razón estaría perdido para siempre. No puedo permitírmelo. Por eso, aunque sepa perfectamente que la persona puede estar mintiendo, tengo que volver compulsivamente a comprobar el cerrojo. En alguna parte sé que lo he comprobado, pero ¿quién puede estar seguro?».
La mente no está segura de nada.
Si estás entre las polaridades de la mente, en un limbo -siempre entre el hacer o el no hacer- te volverás loco. ¡Estás loco! Antes de que esto ocurra, da el salto y echa una mirada a la mente desde fuera..., esto es lo que te digo continuamente.
Sé consciente de la mente: de su lado brillante, de su lado oscuro, de su aspecto correcto, de su aspecto equivocado. Sea cual sea la polaridad, simplemente toma consciencia de ella. De esa consciencia saldrán dos conclusiones: una, que tú no eres la mente, y dos, que la consciencia tiene una decisión que la mente nunca tiene.
La mente es básicamente indecisa, y la consciencia es básicamente decidida. Por eso cualquier acto consciente es total, pleno, sin arrepentimiento.
En mi vida nunca he dudado de nada, nunca he pensado que otra opción habría sido mejor. Nunca me he arrepentido. Nunca he pensado que había cometido un error porque no queda nadie que pueda decir estas cosas. Yo he actuado desde mi consciencia, desde todo mi ser. Ahora, ocurra lo que ocurra, es lo único que puede ocurrir.
El mundo puede decir que esto es correcto o que está equivocado, pero eso es asunto suyo, no es mi problema.
Por eso la consciencia te sacará del limbo. En lugar de quedarte suspendido entre las dos polaridades de la mente, saltarás más allá de ambas y verás que las dos polaridades sólo son polaridades si estás en la mente. Si estás fuera de ella, te sorprenderá ver que son las dos caras de la misma moneda; no se trataba de tomar una decisión.
Con la consciencia tienes claridad, totalidad, abandono: la existencia decide dentro de ti. No tienes que pensar lo que está bien o lo que está mal; la existencia te toma de la mano y te mueves relajadamente. Es el único camino, el camino correcto. Y esa es la única forma de mantenerte sano; de otro modo seguirás embrollado...".
Osho, Más allá de la psicología
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