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Cuando uno empieza a vivir peligrosamente, vive por primera vez. Y vivir peligrosamente es vivir una vida divina.

"El hombre puede vivir de dos maneras. Puede vivir una vida encerrada por todos lados, encapsulada. Hay razones por las que millones de personas escogen ese tipo de vida, porque es segura, acogedora, pero les falta algo mucho más valioso, porque carecerán de aventura y de la exploración de la verdad y de la divinidad y del amor, carecerán de luz. De hecho, carecerán de todo, y lo que obtendrán será sólo una muerte cómoda. Su vida es la vida de la tumba. Por supuesto que en una tumba no hay peligro, no puedes volver a morir. Es el lugar más seguro, pero incluso aunque sea seguro, has perdido la vida.


Friedrich Nietzsche tenía una frase escrita en oro en su mesa. Consistía en sólo dos palabras: Vive peligrosamente. Alguien le preguntó: «¿Por qué la tienes ahí?». Él dijo: «Porque la mente siempre quiere deslizarse hacia la comodidad, hacia lo familiar, incluso aunque lo familiar sea miserable. A la mente siempre le gusta lo que conoce bien, con lo que está familiarizada. Podrá no ser un gozo, pero aun así, estará en terreno conocido. Y la dicha sucede sólo cuando te desplazas hacia lo no familiar, cuando te metes al mar inexplorado».


La divinidad es posible sólo cuando uno aprende a vivir el segundo tipo de vida. El primero es el encapsulamiento. Es la elección de millones. Por eso sólo somos tumbas vivientes: sólo vivimos en el sentido animal de estar vivos; de hecho, vegetamos. No tienen alma. Gurdjieff decía que muy poca gente tenía alma, y tenía razón porque un alma necesita cierta oportunidad para crecer, necesita retos, necesita una especie de vulnerabilidad, todas las ventanas y puertas abiertas al viento, al sol, a la lluvia y a todas las fuerzas desconocidas.


Cuando uno empieza a vivir peligrosamente, vive por primera vez. Y vivir peligrosamente es vivir una vida divina. Jesús vivió peligrosamente, Buda vivió peligrosamente, Sócrates vivió peligrosamente, l-Hallaj Mansur vivió peligrosamente. Pero eran gente que alcanzó la cima más alta de ser individuos. Llegaron a conocer el Éverest de la consciencia".


Osho, Lo último de la noche

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