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Nuestras mentes son demasiado ruidosas. Cargamos con un mercado casi entero en la cabeza, con todo tipo de basura... A través de la observación, sucede un milagro: lo que sea que puedas ver, se empieza a evaporar. Y en el momento en que se evapora, te quedas con un silencio profundo.

“Las personas ruidosas no pueden ser dichosas, uno necesita la música del silencio. Y nuestras mentes son demasiado ruidosas. Cargamos con un mercado casi entero en la cabeza, con todo tipo de basura. No somos uno, somos una multitud dentro, mucha gente que se está peleando constantemente, discutiendo, tratando de dominarse unos a otros. Cada fragmento de nuestra mente quiere volverse el más poderoso. Hay políticas internas constantes.


La dicha sólo es posible si se detiene esta guerra continua. Y sí puede parar; no es muy difícil trascenderla. Todo lo que se necesita es consciencia. No estamos conscientes de que suceda todo este fenómeno. Se da adentro como una corriente subterránea. Casi no nos percatamos de él. Siempre está ahí, día tras día, pero no somos conscientes de ello.


Hazte consciente de ello. Despacio, observa las capas sutiles del ruido, y despacio, despacio, te volverás consciente de todo el parloteo, como si hubiera un manicomio dentro de la cabeza. ¡Y vivimos en esta pesadilla!


A través de la observación, sucede un milagro: lo que sea que puedas ver, se empieza a evaporar. Y en el momento en que se evapora, te quedas con un  silencio profundo. Al principio, son sólo intervalos, pequeñas brechas en que se detienen los pensamientos, en los que puedes ver la realidad a través de pequeñas ventanas. Pero, poco a poco, esas brechas se vuelven más grandes; empiezan a aparecer más seguido, y luego empiezan a durar más.


Los místicos antiguos han calculado, y yo estoy totalmente de acuerdo con ellos, que si una persona puede permanecer en silencio total durante 48 minutos, alcanza la iluminación, se vuelve absolutamente dichosa. Y luego no hay marcha atrás. Has ido al más allá, has trascendido el tiempo y sus constantes arenas movedizas. Has alcanzado la piedra de la eternidad”.


Osho, Lo primero de la mañana

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