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Con todos los placeres y dolores de la vida, con todas sus tonterías y sabiduría, con todos sus gozos y miserias, aprendemos despacio, despacio, a equilibrarnos, a centrarnos.

“Todos somos extranjeros en esta tierra. Nuestro verdadero hogar está en la otra orilla. Sólo estamos aquí para crecer, experimentar, madurar, para que podamos ser aceptados en la otra orilla. Llegamos a esta vida como los niños llegan a la escuela. Es un lugar de aprendizaje, no es nuestro hogar. Aprende todo lo que puedas, experimenta lo más profundo que puedas. Deja que tu vida sea multidimensional, pero recuerda una cosa, que éste no es nuestro hogar. Así que no te encariñes, no te vuelvas posesivo, no te empieces a aferrar; si no, ¿quién irá a la otra orilla?

Cuando llega la tarde, el niño regresa a su hogar. Está en la escuela todo el día y por la tarde regresa. La escuela es una necesidad; sin ella no podría crecer. Con todos los placeres y dolores de la vida, con todas sus tonterías y sabiduría, con todos sus gozos y miserias, aprendemos despacio, despacio, a equilibrarnos, a centrarnos. Al pasar por muchas, muchas agonías y éxtasis, algo en nuestro interior madura, se integra. Y cuando estamos listos, el barco llega desde la otra orilla para llevarnos de regreso a casa, pero sólo cuando estemos listos. De lo contrario, nos regresan una y otra vez hasta que aprendamos la lección”.

Osho, Lo último de la noche