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La meditación provoca dos cosas en ti: uno, te vuelve consciente de la belleza que existe a tu alrededor, te vuelve sensible; y dos, te vuelve hermoso, te da cierta gracia.

“La meditación provoca dos cosas en ti: uno, te vuelve consciente de la belleza que existe a tu alrededor, te vuelve sensible; y dos, te vuelve hermoso, te da cierta gracia. Tus ojos se llenan de belleza, porque toda la existencia es hermosa; sólo tenemos que beber de ella, sólo tenemos que permitir que la belleza entre en nosotros. A través de nuestros ojos, de nuestros oídos, de todos nuestros sentidos, tenemos que permitir la entrada de la belleza en nosotros. Es un gran alimento para el alma.

Por lo general, una persona no está consciente de la belleza que rodea a la existencia. Está más consciente de todo lo feo, porque la mente siempre va encontrando lo negativo. Cuenta las espinas y se pierde las rosas. Cuenta las heridas y se pierde las bendiciones. Ésa es la forma de la mente. La mente es básicamente negativa, todo su enfoque es negativo. Sólo piensa en cosas oscuras. Desde el pasado, va coleccionando cosas oscuras y, para el futuro, va proyectando cosas oscuras. Vive rodeada de un mundo oscuro de creación propia. Y por supuesto que entonces la vida parece ser un gran infierno.

Cuando entras en meditación, cuando te vuelves un poco más silencioso, un poco más tranquilo y callado, más relajado, más descansado en tu ser, de pronto te vuelves consciente de la belleza de los árboles, de las nubes, de la gente, de todo lo que está ahí.

Todo es hermoso porque está lleno de divinidad: incluso las piedras desbordan divinidad. Nada está vacío de divinidad. Y cuando empiezas a experimentar todas esas dimensiones hermosas, el resultado es que, al estar nutrido por tu hermosa experiencia —música, poesía, danza, celebración, amor— te vuelves hermoso. Un resultado natural es que surge una gracia en tu ser y empieza a irradiar".

Osho, Lo último de la noche